La Cara «Amigable» de la Propaganda

La propaganda y las relaciones públicas, a pesar de sus diferentes connotaciones, comparten un mismo objetivo fundamental: influir en la opinión pública. Ambas disciplinas emplean una serie de técnicas diseñadas para moldear la percepción que tenemos de personas, productos, ideas o eventos. La principal diferencia radica en la imagen que cada una proyecta.

Un poco de historia: Edward Bernays y el cigarrillo femenino

Para entender mejor esta conexión, recordemos a Edward Bernays, considerado el «padre de las relaciones públicas». A principios del siglo XX, Bernays se enfrentó al desafío de vender cigarrillos a las mujeres, un mercado que hasta entonces había sido dominado por los hombres. En lugar de recurrir a argumentos directos sobre los beneficios del tabaco, Bernays asoció el acto de fumar con la libertad femenina y la emancipación. Organizó desfiles en los que mujeres de la alta sociedad fumaban en público, etiquetando el cigarrillo como un «símbolo de la antorcha de la libertad». De esta manera, Bernays logró transformar un producto en un símbolo de estatus y modernidad, abriendo un nuevo mercado para la industria tabacalera.

La propaganda, tradicionalmente asociada a regímenes autoritarios, busca imponer una ideología o un punto de vista de manera unilateral, a menudo apelando a las emociones y los prejuicios. Las relaciones públicas, por su parte, se presentan como una disciplina más sofisticada y ética, que busca construir relaciones a largo plazo con los públicos. Sin embargo, esta distinción se vuelve borrosa cuando nos damos cuenta de que ambas disciplinas comparten un mismo arsenal de herramientas:

  • Manipulación de la información: Tanto la propaganda como las relaciones públicas seleccionan y presentan la información de manera estratégica, omitiendo datos relevantes o enfatizando aquellos que favorecen su mensaje.
  • Apelación a las emociones: Ambas disciplinas buscan evocar respuestas emocionales en el público, como el miedo, la ira, la esperanza o la admiración, para facilitar la aceptación de sus mensajes.
  • Creación de una realidad alternativa: Tanto la propaganda como las relaciones públicas construyen una realidad que puede ser muy diferente de la realidad objetiva, utilizando imágenes, símbolos y lenguaje persuasivo.
  • Estereotipación: Ambas disciplinas recurren a estereotipos para simplificar la realidad y facilitar la identificación de los públicos objetivo.

Cómo identificar la manipulación en las relaciones públicas

Para protegernos de la manipulación, es fundamental desarrollar un pensamiento crítico y estar atentos a las siguientes señales:

  • Mensajes repetitivos: La repetición constante de un mensaje puede hacer que parezca más verdadero, incluso si no lo es.
  • Lenguaje emotivo: Las palabras cargadas de connotaciones positivas o negativas pueden manipular nuestras emociones.
  • Apelaciones a la autoridad: Citar a expertos o figuras de autoridad sin verificar la veracidad de sus afirmaciones.
  • Generalizaciones excesivas: Utilizar afirmaciones demasiado amplias que no pueden ser probadas.
  • Omisión de información: Ocultar datos relevantes que podrían contradecir el mensaje principal.